En el Confesiones de un JovenNovelista, Umberto Eco (uno de mis escritores favoritos) hace varias
observaciones sobre los personajes de ficción. Luego de una muy
recomendada disquisición sobre porqué el final de Ana Karenina nos
puede hacer llorar de la forma en que hoy muchos no lo hacemos por
noticias crueles en el noticiero (como las masacres en Siria, por
ejemplo), me llamó la atención un resumen de los “rasgos
diagnósticos” de Caperucita Roja: “una niña que lleva una
caperuza roja, se encuentra con un lobo que má tarde la devora a
ella y a su abuela. (…) Esta niña fluctúa de dos maneras: vive
fuera de su partitura original y es una especie de nebulosa de
contornos variables e imprecisos. Pero algunas de sus propiedades
diagnósticas permanecen invariables y la hacen reconocible en
distintos contextos y situaciones”[1].
Puede parecer obvio lo dicho por Eco,
pero me parece de suma relevancia a la hora de analizar para mí
mismo porqué me han gustado tanto la serie Once Upon a Time (de ABC,
presentada en Colombia por Sony Entertainment los martes a las 9
p.m.) y la serie de comics Fables (por Bill Willingham,
publicada
desde 2002 por Vertigo comics, disponible en Bogotá en Authors Bookstore). Ambas tratan sobre el “¿qué pasaría si existiera una
comunidad donde vivieran todos los personajes de cuentos de hadas
tradicionales en el mundo actual?” Y la respuesta en ambos casos se
alimenta de los rasgos diagnósticos de los personajes con los que
tantas generaciones han crecido amando, pero con una narración que
toma los dramas y el horror a veces no tan obvio detrás de los
cuentos, entetejiéndolos con una narrativa dramática moderna, sin
perder el hilo fantástico y con virajes de historia sorprendentes.
En
el caso de Once Upon a Time, la comunidad es el resultado de una
maldición final hecha por la Reina de Blanca Nieves, en donde
transporta a todos los habitantes de los reinos de cuentos de hadas a
un lugar horrible, desprovisto de magia, donde no recordarían su ser
verdadero... un pueblo llamado Storybrooke (excelente eufemismo de
storybook,
libro de cuentos, y story
broke,
o cuento roto) en el estado de Maine, Estados Unidos. Como toda
maldición de cuento de hadas, tiene un punto débil en su
elaboración: antes del desastre invitable, Blanca Nieves y el
Príncipe Azul envían a su hija neonata (Emma) a “otro lugar”
fuera del mundo de los cuentos de hadas, donde ella crecería como un
humano normal, incluso teniendo un hijo que luego abandonaría
(Henry) y que sería luego adoptado por la Reina. El niño posee un
libro que le ayuda a identificar quién en quién en el pueblo,
reencuentra a su madre y la lleva a Storybrooke para que ella ayude a
levantar la maldición. Pero la Reina no está sola en su maldad, ya
que Rumpeltinskin también mora en el pueblo, y está vinculado con
cada una de las historias de los protagonistas, haciendo favores a
cambio de otros, pero en detrimento de quien le pide ayuda. Como ABC
es propiedad de Disney, las alusiones en la serie son a las versiones
de Disney de los cuentos de hadas, lo que les dá familiaridad y
fácil conexión con las historias, las que a su vez tienen giros
inesperados respecto a como las conocemos originalmente (casos Blanca
Nieves y Caperucita), o interpretaciones novedosas de las historias
detrás de los personajes (como la del Príncipe Azul y Pepe Grillo).
Por
su parte en Fables, un misterioso Adversario declara la guerra a los
seres feéricos, y éstos se ven obligados a abandonar sus
territorios en busca de protección. Arriban a Nueva York, y aquellos
que poseen apariencia humana forman una comunidad en la ciudad,
mientras que aquellos que poseen formas animales o monstruosas viven
en una granja a las afueras. Todos recuerdan quienes son, pero
empiezan a trasformar su conducta con el mundo humano, y entre ellos
surgen intrigas que amenazan con destruir la frágil comunidad. Al
igual que en Once Upon a Time, Blanca Nieves es la protagonista, pero
es una administradora dura de la comunidad, acompañada por el ahora
humano Lobo de Caperucita Roja. En Fables resaltan las intrigas entre
los personajes, y las varipopintas formas en que el mundo humano ha
transformado el carácter de los personajes. Página tras página se
develan y añaden misterios sobre la adaptación al mundo humano, y
poco a poco también se descubre como fué ese “y vivieron felices
para siempre”, que no es tal, y el trasegar durante el éxodo
forzado.
Tolkien
trató de brindar una aproximación a la definición de qué es el
cuento de hadas: “aquél que alude o hace uso de Fantasía”[2] y
al igual que en Eco, la sencillez de la definición es engañosa.
Para Tolkien, Fantasía es un lugar con condiciones de existencia
propias, distintas a nuestro propio mundo, el cual distingue de las
fábulas, de las historias de aventuras en que los hombres exploran
el Reino Peligroso, de la ficción e incluso de la mitología. Tanto
Once upon a Time como Fables logran definir Fantasía como ese “otro
mundo” repleto de magia, misterio y hadas como seres compeltamente
distintos de humanos, dioses, animales antropomorfizados, y extraer a
sus habitantes hacia nuestro mundo. Como seres hechos de sueño, de
caos, mutan al contacto con nuestro extraño mundo y con nuestro
propio caos, y los convierte en seres aún más complejos sin que
pierdan su gestalt, la relación entre sus rasgos
diagnósticos, aunque se vuelvan algo nuevo y enriquecido.
Eco
en su ensayo cita a Carola Barbero de la Universidad de Torino, quien
atribuye a los personajes de ficción un “orden elevado”, es
decir, que dependen genéricamente de sus elementos y razones
constitutivos [3]. Por “genéricamente” se entiende un cúmulo de
elementos formados de una manera específica para ser los personajes
que son, pero que no necesita exactamente esos elementos de forma
rígida para existir. En ambas obras, hay una deconstrucción de los
personajes de cuentos de hadas, pero logra mantenerse su “esencia”
mientras se reescribe la historia de cada uno, y ellos responden a
esos cambios. De ésta forma, pienso que se ha hecho un buen esfuerzo
en prácticamente reescribir éstas historias de forma natural,
introduciendo los elementos de cambio con sutileza pero de forma
contundente, obteniendo nuevas y atractivas historias. Caso contrario
a lo que percibí con la desafortunada Red Riding Hood (La
Chica de la Capa Roja) dirigida por Catherine Hardwicke y
protagonizada por Amanda Seyfried, en donde se trató de retomar los
elementos de Twilight, y acomodarlos forzosamente al cuento de
hadas, con pésimas actuaciones. No se trató de deconstruír el
personaje y crear una historia, si no de acomodar los rasgos de una
historia que ha tenido éxito de mercadeo a un cuento clásico.
Para
aquellos que como yo disfrutan aún del encanto y misterio de los
cuentos de hadas, esta serie y éste comic están más que
recomendados. Para aquellos que vamos un poco más allá e incluso
nos gustan los juegos de rol sobre hadas (en especial Changeling the
Dreaming y Changeling the Lost), ambas son cofres llenos de ideas
frescas para plots de aventuras, o cómo usar personajes de los
cuentos tradicionales en historias modernas.
Notas:
[1] Op. Cit. Ed. Lumen / Futura, 2011.
Pág 111.
[2] Tolkien, “Cuentos desde el ReinoPeligroso”. Ed. Minotauro, 2008. Pág. 263.
[3] Eco, Op. Cit. Pág 108.
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