Creado por el artista Steve Roden, muchos lo tratan como largos y monótonos silencios interrumpidos vagamente por algún sonido corto, la misma definición que se hizo de la pieza 4'33'' por el compositor experimental John Cage. Ambas de cierta forma comparten el mismo principio: escuchar con atención los sonidos que nos rodean, la 'música' inherente al ambiente. Buscan que el auditorio adquiera conciencia de los sonidos que les rodeaban (los pies moviéndose, exhalaciones, el crujir de las tablas al expandirse con el calor) y cómo éstos son música; cómo el silencio, al igual que el vacío, no existe.
Roden da un paso más allá de Cage y graba sonidos que no son perceptibles al oído. No solo los graba, los remezcla con otros sonidos de otros ambientes o incluso con fragmentos de Jisei (poemas escritos antes de morir por monjes o samurais). El resultado: la expresión más rica de lo que se denominan paisajes sonoros. Sí, paisajes. Como un lugar que recién se conoce y explora, pero hecho de sonidos. Al principio la experiencia es inquietante, como escuchar a Lustmord en la oscuridad; pero luego se vuelve un viaje de exploración de lo sutil, inmersivo, que pone a la imaginación en modo aleatorio. El lowercase fué la fuente de inspiración para una de las historias que escribí, y que saldrá publicada en el próximo libro de Bogotá Writers.
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